Foto: Diane Schutz
Los vegetarianos a ultranza son motivo de permanente irritación para cualquier chef. La vida sin bifes de ternera, grasa de cerdo, choricitos demi-glacé o queso no merece ser vivida. Pero estos cabezas duras creen que el cuerpo es un templo que no debe ser contaminado por proteínas animales. Insisten en que sus hábitos son más sanos (aunque, siempre que he trabajado con algún camarero vegetariano, lo he visto derrumbarse al menor asomo de catarro). Oh, ya les daré yo verduras. Si me piden un plato vegetariano, rebuscaré por ahí y les cobraré catorce dólares por unas cuantas láminas de berenjenas y calabacines a la plancha. Y déjame que te cuente una historia: hace unos años, en un antro de damas y caballeros del tipo desinhibido, tuvimos la mala suerte de contratar a un joven vegetariano muy sensible que, además de llevar una vida sexual agitada, tenía algo de abogado de pobres. Despedido al poco tiempo por incompetente, se le dio por demandar al restaurante. Alegó que su problema gastrointestinal –provocado por amebas– era consecuencia de las tareas que había desempeñado en el antro en cuestión. La dirección del restaurante se tomó el asunto muy en serio: contrató los servicios de un epidemiólogo que analizó la materia fecal de todos los empleados. La conclusión del especialista, a la que tuve acceso, fue más que esclarecedora: la cepa de amebas del camarero era muy común en personas que llevaban “cierto” estilo de vida. Lo interesante fueron los resultados del análisis de nuestros subalternos mexicanos y sudamericanos: los tipos estaban llenos de bichos por dentro, pero ninguno de esos bichos les provocaba enfermedad o molestias. Es cierto que las amebas se transmiten con mayor facilidad cuando te la pasas manipulando verduras crudas, sobre todo las de hojas verdes. Piénsalo la próxima vez que decidas intercambiar profundos besos de lengua con un vegetariano. (Y no voy a hablar de sangre: sólo diré que en las cocinas nos cortamos con mucha frecuencia, y dejémoslo ahí, por favor.)
Anthony Bourdain
Anthony Bourdain
Anthony Bourdian en Uruguay.
2 comentarios:
Muy grosso Francis, lo conocí cuando participaba en la organización de las jornadas patagónicas y él era un fiel y soberbio disertante. Nunca olvidaré una conferencia que brindó en el viejo teatro de Puerto Deseado. Adoro los platos que prepara a la intemperie, se ven autóctonos, sensatos, deliciosos. Saludos Jose. MM
Amén de la anécdota personal de Francis te doy la derecha con el artículo. MM
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