EL KAVANAGH

La familia patricia Argentina por excelencia son los Anchorena: participaron siempre en la política argentina y fueron los dueños de uno de los máximos palacios porteños: El Palacio Anchorena. El palacio fué construido entre 1905 y 1909 y se le reconocen varias fuentes de inspiración, las más remotas son modelos de edificios parisinos como el Hôtel de Condé (1765). El palacio es en realidad un conjunto de tres residencias alrededor de un patio de honor, disposición que se completa con dos jardines laterales y posteriores. El patio de honor, de planta ovalada, tiene una galería con columnas dóricas, escalinatas de generoso desarrollo, frentes interiores y dos cúpulas.
Allí vivían los Anchorena con sus ciento cincuenta sirvientes.
Uno de los hijos de los Anchorena se enamoró perdidamente de una chica de familia adinerada, los
Kavanagh, pero que no era “noble”, y la matriarca de la familia, Mercedes Castellanos de Anchorena, desaprobó el romance y el joven lo aceptó. El oprobio por el rechazo fue mayúsculo para los Kavanagh y la niña quedó con el corazón partído. Pero la madre de la niña, Corina, esperó pacientemente su momento.
El palacio de los Anchorena da a la plaza San Martín, y del otro lado del parque, la matriarca mandó construir en 1920 la Basílica del Santísimo Sacramento, una de las iglesias más bellas de la ciudad, a la que además la familia usaba como sepulcro. La vista desde el Palacio a la Iglesia era magnífica, y los Anchorena se jactaban de ella.
Justo enfrente a la iglesia había un solar vacío, que estaba también en la mira de la matriarca, pero ésta cometió un error: antes de comprarlo se fue de viaje a Europa y hubo alguien que vendió tres estancias para comprarlo primero: Corina Kavanagh, la madre de la niña rechazada por los Anchorena. En tiempo récord (catorce meses) construyó un rascacielos de hormigón armado, único en el mundo y por muchos años el más alto de Sudamérica, con 120 metros de altura y un total de 33 pisos y 113 departamentos de lujo (todos completamente distintos entre sí). Con 3 ascensores, 5 entradas independientes, 5 escaleras, una pileta, talleres de lavado y planchado, cámara frigorífica para pieles y alfombras, sistema telefónico central y depósitos de seguridad. Corina se reservó para ella
el piso 14° de setecientos metros cuadrados.
Adiós a la hermosa vista de la Iglesia desde el palacio ni desde ningún otro lado. Es más, quedó tan próxima la basílica al edificio Kavanagh, que la única manera de verla bien es desde el Pasaje llamado…Corina Kavanagh.

Fuente: http://marcelo-lamenoridea.blogspot.com/2008/07/la-venganza-de-corina.html?showComment=1216111980000

1 comentarios:

Pilar Mandl dijo...

Interesante historia. Muchas gracias por compartirla, es de esas que te dejan "buen sabor de boca" y una sonrisa...

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