PRIMERA VARIEDAD

1 - El Legged Squad Support System (LS3) es un proyecto increíble de DARPA, un robot con patas que funciona de forma autónoma como un caballo de carga, para que sea utilizado por un pelotón de soldados. Al igual que BigDog, su predecesor cuadrúpedo, el LS3 se construyó para uso militar, teniendo la capacidad de operar en ambientes calientes, fríos o húmedos. Hay que aclarar que DARPA es una agencia que depende del departamento de defensa del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica - las iniciales: "Defense Advanced Research Projects Agency" - y que dispone de un presupuesto anual de 3 billones de dólares.

Fuente: army-technology.com

2 - La segunda variedad es un cuento del escritor norteamericano Phillip K. Dick, publicado por primera vez en 1952, por el que recibió, en su momento, una oleada de críticas, insultos y hasta demandas judiciales.  El público de entonces consideraba que en el futuro los robots serían construidos para funcionalizar las organizaciones sociales, tanto estatales como privadas, y no para destruirlas. Quizás el público actual también piensa lo mismo, no tengo idea. La historia de Dick ficcionalizaba un futuro en donde la humanidad había construido, finalmente, Inteligencia Artifical, solo para descubrir, con cierto horror, que las máquinas comenzaban a costruirse automáticamente sin recibir ordenes, y que se imponían un nuevo objetivo: exterminar la vida orgánica en la tierra.

Más adelante, este cuento fue canibalizado innumerables veces por la industria cinematográfica. Su mejor interpretación es la que llevo a cabo James Cameron con Terminator I y II. 

La idea de ver a los escritores de ciencia ficción como profetas y místicos futorólogos siempre me resultó un poco pobre, pero habría que decir que los mejores autores de Ciencia Ficción de la historia - tanto H.G. Welles, como el mismo Dick.- indican en sus obras que nuestro futuro se encuentra irremediablemente condenado a la pérdida paulatina de toda sensibilidad y empatía, a la absoluta indiferencia por el prójimo y a una alarmante dependencia de la tecnología. Lo único que nos resta dilucidar, tal vez, es si estamos admirando el principio del fin o sí nos resulta imposible emitir un juicio al respecto. Quizás ya perdimos conciencia de nuestra propia humanidad y es demasiado tarde.