Juan José Castelli
Castelli sabe, ahora, sentado en un banco de escolar, ahora que vuelve a mirar las hojas en blanco apiladas entre sus codos apoyados en el pupitre de un banco de escolar, que esa remota noche de mayo y de lluvia habló, con una voz glacial y como adormecida, por sus camaradas, que esperaban armados de cuchillos, pistolas y bayonetas, a que él saliera de la habitación en la que un soldado rígido y envejecido, que simbolizaba tres siglos de poder, o lo que fuese, en la más apestosa y presumida aldea de América del Sur, desplegaba, en abanico, un mazo de barajas españolas, y les dijera que eran hombres y no cosas, y que sus sueños, la inasible belleza de sus sueños, sería el pan que comerían en los días por llegar.
Andrés Rivera
Andrés Rivera, La revolución es un sueño eterno, (1991), Editorial planeta, Buenos Aires, 1998, p. 21.
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